Cuando a principios de verano Joan Laporta anunció el fichaje de Pep para reconstruir el Barça, corrieron ríos de tinta dudando de su inexperiencia. Recuerdo un artículo del periodista Santiago Segurola que, a contracorriente, defendía a Guardiola. Señalaba que Cruyff con el Ajax, Clemente con el Athletic, Sacchi con el Parma y Mourinho con el Oporto habían logrado grandes títulos para sus clubes en su primer año en el banco.
Guardiola comenzó a prepararse para ser entrenador cuando aún era jugador. Dejó la Liga española para entender las antípodas del Calcio, ese juego tan radicalmente opuesto a su idea. Pero sabía que de Italia sacaría grandes conocimientos defensivos. Probó otras culturas como la asiática de Qatar y la centroamericana de Méjico. Y cuando se sintió preparado, volvió.
Menos de 365 días después de acceder a un banquillo de élite, Guardiola ha logrado historia. Pero no una historia común. No. Es el primer triplete (Liga, Copa y Champions) de un club español. Pero, a buen seguro, ha logrado algo más difícil y que tardará en repetirse, si alguien lo logra alguna vez: convertirse en el primer entrenador del mundo en ganar la Triple Corona en su año de debut.
Mister Clough, el entrenador que consiguió ese peculiar hito con el Notthinghan Forest, que es el único club que ha ganado más Copas de Europa (dos) que Ligas (una), afirmó una vez: “Si Dios hubiera querido que el fútbol se jugara por las nubes, no habría puesto hierba en el suelo”. Desconozco si Pep lo conocía, pero ha logrado llevarlo a la práctica de la manera más bella. Es cierto que con Iniesta, Xavi y Messi es fácil. Pero el año pasado también estaban. Guardiola les ha convencido hasta el punto de que el astro argentino se siente “esclavo de su credibilidad”.
Guardiola evade el protagonismo, huye de los focos, disfruta en la sombra y le cede la atención a los jugadores, los verdaderos artífices. Podríamos hablar de todos. Pero lo que quedará en la retina de los culés y de los amantes de fútbol es que el 27 de mayo de 2009 Pep dejó de ser Guardiola y se convirtió en el mito, el “mite”.
A. Alvarez Rodrigo
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