Sí, ese chico era Andrés Iniesta. El mismo que nació en Fuentealbilla hace 24 años. El mismo que se fue imberbe de Albacete a Barcelona. El mismo que lloraba por las noches añorando a sus padres mientras miraba por la ventana al Camp Nou. El mismo que representa un modo de fútbol que llevó a España a lo más alto de Europa. El mismo que anoche hizo justicia.
Bueno, aclaro esto de la justicia. Seamos sinceros. El Chelsea ha jugado mejor en los dos partidos. Jugar mejor no quiere decir jugar bonito, ¿vale? El equipo de Guus Hiddink ha logrado anular al Barça durante 180 minutos. Su estilo ha sido acre pero redaño.
Sin embargo ha ganado la belleza. Los culés han sabido sufrir. Pero el gol de Iniesta se convirtió en el premio a un estilo y, sobre todo, a una filosofía. En el once inicial que saltó ayer al césped de Stanford Bridge había seis canteranos. SEIS. Más Pep, Bojan y Pedrito que estaban en el banquillo.
No me cae bien Joan Laporta. Bueno, no voy a mentir. Me resulta prepotente, insolente y, en ocasiones, hasta chulo. Pero este Barça representa una belleza ideal. Hubiera sido injusto apartarle de una final que merece más que ningún otro club.
Enhorabuena Andrés. No serás guapo, ni saldrás en anuncios de calzoncillos, ni tendrás balones de oro, ni te llamarán CR7 ni nada por el estilo. Pero tú sí que eres un ejemplo a seguir, como jugador y, lo más importante, como persona.
Felicidades culés.
A. Alvarez Rodrigo
No hay comentarios:
Publicar un comentario