El objetivo

El equipo ganador es el que se levanta el primero después de una derrota

sábado, 7 de junio de 2008

La República Checa ahoga la fiesta helvética (0-1)

Sverkos aprovechó un fallo de Suiza para dar tres puntos a su selección

Suiza y República Checa comenzaron la Eurocopa con un flojo partido en el que un solitario gol de Sverkos otorgó tres puntos a la selección dirigida por Brückner. Los suizos, obligados por su condición de local, llevaron la iniciativa del encuentro pero no supieron cómo superar a una muy colocada República Checa. Vonlanthen disparó al larguero a falta de siete minutos para el final. Los suizos, a punto de quedar fuera de “su” Euro.

A. Alvarez Rodrigo

Ninguno de los dos quería perder. Y al final, perdió la que menos se lo mereció. El miedo de Suiza y República Checa propiciaron un partido inaugural soso, frío y sin condimentos. Las televisiones se tendrán que estrujar el cerebro para sacar ocasiones de un partido en el que apenas hubo disparos a puerta. Entre tanta mediocridad, fue Suiza la que más buscó el triunfo, pero sólo después del descanso, porque antes ambas selecciones regalaron 45 minutos de sopor y falsa felicidad.

Es decir, la felicidad que sentía el público helvético por iniciar “su” Eurocopa. Mejor dicho. “Su media” Euro. Porque la otra mitad es de Austria. Sobre el papel, Suiza era la favorita para llevarse el partido. Jugar en casa y ante un renovado combinado checo, que no cuenta ni con Nedved, ni Rosicky. Pero en la mente de los dos veteranos seleccionadores sólo había un propósito: no perder. Y cuando dos equipos juegan a no perder es sinónimo de empate.

Suiza y República Checa son muy parecidos. Les gusta replegarse atrás y jugar a la contra. Total: una mitad de partido tirada a la basura. Ninguno quiso la pelota. Si acaso un poco más los suizos, pero más por vergüenza que por intención. Mucho toque y poca profundidad. Si el partido inaugural es un ejemplo de lo que va a ser el torneo, es mejor apagar la televisión y aprovechar el tiempo en otra cosa, como ir a la playa. Incluso, una partida de ajedrez hubiera tenido más emoción.

Un partido de ajedrez
En realidad, el encuentro se pareció mucho al ajedrez. Los dos rivales se habían estudiado mucho, sabían los movimientos de memoria. Todos los jugadores estaban encorsetados. El único que se salía del guión era el delantero suizo Frei, un caballo blanco saltando de casilla en casilla. Hasta que un peón checo se lo comió. Frei abandonó el campo lesionado, con el rostro lleno de lágrimas que denotaban que quizá se pierda el resto de campeonato.

Aunque para Suiza pueda ser más corto de lo esperado. Los checos la arruinaron la fiesta. Igual que ellos arruinaron a los ingleses la suya en la Euro del 96, cuando un gol de penalti de Turkyilmaz a falta de cinco minutos puso el empate y el miedo en Wembley. Ahora les ha tocado a ellos sufrir la amargura del fracaso. Porque para los suizos, no pasar de la liguilla será un fracaso.

Por su parte, los checos ganaron casi, casi sin querer. No lo intentaron mucho. Agazapados atrás esperaron y esperaron. Hasta que les llegó una oportunidad. Un saque de esquina mal achicado por los helvéticos dejó a Sverkos sólo ante Benaglio. El máximo goleador de la liga checa lo metió, pero más que nada porque Lichtsteiner le tocó en el pie y le salió un disparo errado. Bueno, errado no, porque la pelota acabó en la red suiza. Era el minuto 75. A la República Checa sólo le quedaba hacer lo mismo que hasta entonces: esperar. Aunque esta vez, esperar al silbido final de Rosetti.

Lo intentaron los helvéticos. Con más intención que fortuna. Precisamente la que le faltó a Vonlenthen cuando a siete metros de la portería de Cech disparó al larguero, en una jugada muy protestada, porque Ufjalusi golpeó con la mano al balón dentro del área. Pero no había nada que hacer. Ahora, están obligados a ganar los otros dos partidos si quiere pasar a cuartos, donde nunca han llegado. Mientras que los checos han visto como subían tres puntos a su casillero, cuando hubieran firmado uno.

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