El Obradoiro de Santiago de Compostela ascenderá cinco categorías y competirá la temporada que viene en la ACB, que tendrá que aceptar con resignación su integración. Todo se remonta a la eliminatoria por el ascenso que disputaron el club gallego y el Júver Murcia en 1990. Por aquel entonces, un tal Esteban Pérez Beltrán jugaba como español en el equipo murciano, que consiguió el ascenso. Sin embargo, el presidente gallego sospechó, e investigó una posible alineación indebida, tirando incluso de detectives. El resultado fue que Esteban sí se apellidaba Pérez, pero no Beltrán, sino Spatazza, y que su pasaporte era argentino. Total: alineación indebida.
En ese momento, el Obradoiro se inmiscuyó en el laberíntico mundo judicial para conseguir su derecho ACB a la misma velocidad con la que descendía categorías. Ahora sus huesos están en la Primera división gallega, casi en el fondo de todas las divisiones. Su salto va a ser vertiginoso. Y a la ACB ya le está entrando el mareo de tener que aceptar a un equipo al que parece no querer. La Asociación de Clubes no ha hecho más que poner trabar al proceso y evitar que los santiagueses consiguieran la razón de los tribunales, porque ello significa que en 1990 se aceptó a un tramposo: el Júver Murcia.
Ahora tendrán que cargar con el muerto y reconocer al club gallego para la temporada que viene, además de aceptar que el Obradoiro pague el canon de principios de los 90 (630.000 euros), y no el actual (2,4 millones). Un duro golpe para la ACB que tendrá que modificar la competición, ampliarla a 19 equipos y decidir el formato de ascensos-descensos para en el curso 2009-2010.
Una de las opciones es que para la temporada que viene bajen tres equipos de ACB, y suban los dos de LEB Oro, como ocurre ahora. Al fin y al cabo, son los clubes de la máxima categoría los que aceptaron al farsante Júver Murcia. Si la ACB decide reducir los equipos que ascienden a un solo equipo, sería castigar a los pobres, y mantenerse en sus trece.
La victoria en los tribunales del Obradoiro de Santiago es el triunfo a la perseverancia y la confianza en que la justicia deportivo no siempre es tan justa, y que hay que acudir a la ordinaria para imponer la razón. La ACB, una asociación modelo en lo deportivo y en lo económico, ha sufrido un duro revés, y lo mejor que puede hacer es facilitarle las cosas al club gallego y aceptar que hace 17 años pecó de pardilla.
A. Alvarez Rodrigo
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