Les pido hacer un pequeño esfuerzo de memoria. Ya sé que no estará el ánimo para tal denuedo, pero retrocedan al mes de septiembre del año pasado, al Eurobasket de Polonia. España, actual Campeona del Mundo, sumaba su segunda derrota ante Turquía, y prensa y afición nos echábamos encima de una selección ejemplar. Llovieron los palos, augurando una inminente eliminación. El desenlace de aquella historia ya lo saben.
Poco a poco, a medida que voy sumando años a mi vida, me doy cuenta del carácter derrotista que tenemos en España. Ganamos, y todos somos guapos; perdemos, y ya buscamos culpables. La derrota ante Suiza no debe hacernos olvidar que somos Campeones de Europa, favoritos al título y el equipo que mejor juega.
En momentos como este, en días como aquellos que vivió la Selección de Baloncesto, tenemos que aprender a madurar. Tomar un poco del carácter alemán y del espíritu italiano. Ahora que tenemos un ADN futbolístico, que nos hemos encontrado en la penumbra de la historia, ahora que presumimos de este estilo nacional, ahora tiene que surgir la confianza.
No iba a ser fácil. Suiza nos ha puesto los pies en el suelo. Por eso la victoria sabrá mejor, porque nos acordaremos de este primer día, de esa tarde de ayer donde no sabíamos qué hacer ni qué decir. La hipótesis fundamental del fútbol aclara que gana quien más goles marca; pero un axioma ineludible traza que con 23 tiros a portería es imposible que España vuelva a irse de vacío de un partido. Hemos tropezado, pero no hemos caído. No lo olviden.
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