El objetivo

El equipo ganador es el que se levanta el primero después de una derrota

jueves, 26 de febrero de 2009

El Madrid no da para más

En partidos como los de ayer, tácticos hasta decir basta y aburridos como una partida de ajedrez, sólo se divierten personas como Capello que entienden ese otro fútbol del que tanto habló Camacho en su momento. Ayer en el Bernabéu, Benítez y Juande se pusieron delante del tablero. El entrenador red se ahorró a Gerard para reforzar el mediocampo, mientras que el blanco optó por introducir a Robben y Marcelo y jugar con dos bandas bien abiertas.

El objetivo de ambos era no encajar. Y para no encajar no hay que fallar. El gol de Liverpool vino precedido de dos errores rivales. Primero, la innecesaria falta de Heinze; segundo, el desastroso marcaje de Higuaín. El equipo inglés no tuvo ningún error. De modo que ganó el que menos falló. El Madrid no puede rechistar porque ni siquiera tuvo ocasiones como para lamentarse, salvo un envenenado disparo de Robben.

El Madrid sigue sin encontrar su sitio en Europa. Si dentro de 15 días no levanta la eliminatoria en Anfield será el quinto año que el club blanco caiga en octavos de final. Demasiado poco para una entidad que tiene un gran prestigio en el Viejo Continente. El club se ha gastado más de 40 millones de euros en el mercado invernal enfocados a esta eliminatoria. Si no la pasa, habría que cortar cabezas (aunque algunas engominadas ya deberías haber caído, aunque hubiese sido sólo por vergüenza).

Pero bien mirado, el Real no da para más. Bastante está haciendo con darle un poco de emoción a la Liga, que apuntaba a ser un monólogo del Barça. Por delante quedan 90 minutos para evitar un nuevo fracaso. Ese es el consuelo que le queda a los madridistas.



A. Alvarez Rodrigo

miércoles, 11 de febrero de 2009

Sobre la banca y el fútbol

El fútbol es el reflejo de la sociedad, sobre todo en España donde es el deporte rey por excelencia. Así, a finales de los 90, coincidiendo con un gran momento económico en nuestro país, los clubes de fútbol vivieron unas temporadas de esplendor. Se le empezó a llamar la Liga de las Estrella. Los fichajes de extranjeros estaban al orden del día y eran tan abundantes como el dinero que se derrochaba.

Pero el país dejó de crecer o, al menos, lo hizo a un ritmo mucho menor. Se produjo entonces un efecto en la Liga. Surgió el momento de transición. Las estrellas dejaron de llegar. Venían a cuenta gotas, y a un menor precio, claro. Y como la situación empeoraba, los jugadores nacionales comenzaron a emigrar. Como lo hicieron los trabajadores allá por los años 60 y 70. Había que buscar el pan.

En la actualidad la austeridad económica es la tónica en la ex Liga de las Estrellas. Pero la situación es aún peor: muchos equipos no tienen ni patrocinador que poner en sus camisetas, los clubes tienen deudas que amenazan su solvencia (caso del Valencia) y otros tienen problemas con Hacienda o la Seguridad Social.

Por ello, el anuncio de que el banco Santander puede financiar el fichaje de Cristiano Ronaldo me quedó estupefacto. Botín estaría dispuesto a concederle un crédito de 70 millones al Real Madrid para contratar al portugués. La semana pasada el Gobierno solicitó a los bancos que diesen más créditos a los pequeños empresarios para poder salir de la crisis. Botín lo entendió mal.

Parece mentira que una entidad tan fuerte como el Santander le niegue dinero a un ciudadano y sí lo dé para contratar a un futbolista que en nada ayudará al panadero, fontanero o albañil que ya no tiene dinero para pagar el abono de su equipo. Si alejamos a los aficionados del campo, pondremos al fútbol en peligro de extinción. Al parecer ahora hay que meter un gol desde el centro del campo para conseguir un crédito, según anuncia el BBVA. Tan fácil como eso.


A. Alvarez Rodrigo

lunes, 9 de febrero de 2009

La pobreza de los ricos

John Carlin es un articulista del diario El País. Tanto le da escribir de fútbol como de política. En los dos ámbitos se desarrolla con naturalidad. A continuación os dejo su artículo semanal de deporte que se publica todos los domingos. Original, desde la introducción de una frase al inicio hasta la perspectiva de los temas que trata, Carlin intenta desmitificar la realidad de la Premier. Comparto con él casi todo sus argumentos, salvo uno: el Liverpool juega mejor de lo que dice. Claro está, es mi opinión.

"Jugar contra un equipo que se defiende es como hacer el amor con un árbol".
Jorge Valdano, ex futbolista, ex entrenador y poeta argentino.

La semana en la que nos enteramos de que la deuda de los clubes de fútbol españoles con Hacienda rebasa los 627 millones de euros llegan noticias de que el pronóstico en Inglaterra es más lluvia de dinero. Se trata en este caso de unos 1.400 millones por derechos televisivos que los 20 clubes de la Premier League se repartirán entre 2010 y 2013, lo cual significa sólo la mitad del total que ingresarán una vez que se sumen, entre otras cosas, los derechos televisivos internacionales.

La duda, tras ver el partido de Copa entre el Liverpool y el Everton del miércoles, es si el público aguantará tanta telebasura durante cuatro años más; si Rupert Murdoch y los demás inversores se llegarán a preguntar si hubiera sido más rentable gastar su dinero en perversos reality shows o en competiciones sadodeportivas japonesas.

El del miércoles fue el tercer partido que los dos equipos de la ciudad de los Beatles disputaron, entre Copa y Liga, en 14 días. Jugaron un total de 300 minutos, y marcaron cinco goles. Lo cual en sí no sería tan lamentable si no fuera por el hecho de que en cada minuto de cada partido el nivel de juego descendía y descendía hasta que al final, cuando el último partido llegó al horror de la prórroga, la única alternativa a apagar el televisor era el suicidio. O cambiar al otro canal donde pasaban el Sevilla-Athletic de la Copa del Rey.

El televidente sensato lo hubiera hecho, en realidad, mucho antes y lo que hubiera visto fue, en comparación, un deleite para los sentidos. El partido en Liverpool se disputó en condiciones de campo perfectas; el de Sevilla, tras un brutal chaparrón, en condiciones más dignas del waterpolo. Pero lo que llamaba la atención al zapear de un partido al otro era la maravillosa fluidez relativa, la intensidad y la precisión del partido entre los andaluces y los vascos. Regates, pases al pie, certeza en el primer toque: cosas tan sencillas como inimaginables en el partido inglés.

En el caso del Everton, que ganó el partido, era (casi) perdonable. Tienen muchos lesionados y más de la mitad de los jugadores eran ingleses. El Everton sólo tenía un español en sus filas, Mikel Arteta. En el Liverpool jugaban cinco españoles, y sólo dos ingleses. Y el entrenador era el madrileño Rafa Benítez, cuyo mensaje a su equipo parecía ser "aguantemos hasta los penaltis". La verdad es que en casi todos los partidos del Liverpool de Benítez, desde el primer minuto hasta el último, la filosofía parece ser esa, aunque no haya penaltis.

Después de ver jugar (si esa es la palabra) al Liverpool, su rival dentro de dos semanas en la Champions, el Madrid más gris que se recuerda, es en comparación el Cirque du Soleil, la filarmónica de Viena. La misma comparación es válida esta temporada entre la totalidad del fútbol inglés y el español: otro de los misterios del fútbol, porque hace un año ver un partido de la Primera División española después de uno de la Premier solía ser bastante deprimente. Uno era insípido, el otro combinaba músculo, tensión y talento.

Pero esta temporada la Premier se ha desinflado. El Manchester ganó 0-5 contra el colista la semana pasada pero en general ha arañado sus victorias, en partidos feos. El Chelsea de Scolari es una triste sombra de lo que fue. El Arsenal, tras la dura lesión de Cesc, ha perdido la brújula. Y el Liverpool, no hay mucho más que decir, salvo señalar que ver al Barça ganar al Mallorca sin despeinarse 24 horas después del partido contra el Everton, fue ascender a una dimensión de vida superior.

En el fútbol inglés no hay crisis en las cuentas bancarias, pero el campo de juego está, a día de hoy, en plena recesión.


Foto: AFP

Hacerse respetar

La siguiente entrada la escribió Francisco García, director de La Opinión-El Correo de Zamora. Es breve pero directo, como él, un hombre que no tiene pelos en la lengua.

Digan lo que digan sus críticos, José María Casas es un buen presidente para el Zamora. Y mientras los que resuelven las cuitas deportivas desde la barra del bar sigan tirando la piedra y escondiendo la mano, el mejor de los posibles. Basta con echar un vistazo al historial reciente -y a la actual temporada, con un equipo muy ajustado de precio pero bien dotado técnicamente pese a las estrecheces- para evidenciar que el club está en buenas manos. Casas es también un personaje visceral, de los que las sueltan a la cara, sin remilgos ni remordimientos. Acaba de caerle un mes de inhabilitación por cantarle las cuarenta al árbitro del pasado domingo. Pero lo que hizo, lo hizo a conciencia: no fue el suyo un arranque forofo de ira incontenida. Sabe que si el Zamora quiere alcanzar un año más la fase de ascenso, ha de hacerse respetar. Y con todos los respetos, lo peor del fútbol actual, en cualquier categoría, son los árbitros. Mira que son malos en un alto porcentaje.

jueves, 5 de febrero de 2009

Asalto al fortín verde


Han sido 23 partidos sin perder en el Martín Carpena. Por aquí han pasado equipos fuertes y débiles. En este transcurso el Unicaja se ha consolidado como un conjunto a tener en cuenta en el panorama europeo. Pero tuvo que ser el Panathinaikos el que ahogara (nunca mejor dicho, en estos días tan lluviosos en la capital de la Costa del Sol) la fiesta de la hinchada verde. Contra el Partizán habrá que volver a empezar de cero.

Los griegos manejan, junto con sus enemigos de Olimpiakos, el mayor presupuesto de la Euroleague. Para mantener a Batiste, Jasikevicius, Spanoulis, Nicholas, Pekovic y Diamantidis se necesitan muchos millones. Y para manejarlos, un buen entrenador. Y lo tienen: Obradovic. Este año el técnico ha cambiado los planes después del fracaso de la pasada temporada. Las tres derrotas de la primera fase parecen que van a ser las únicas hasta la “Final Four” de Berlín.

Era una prueba seria para Unicaja. Quizá la más seria en lo que va de campaña para saber cuánto mide en realidad en la Euroleague. El resultado (69-81) lo dice todo. Pero más que el resultado, la sensación de que, hoy por hoy, los malacitanos están muy lejos de los atenienses. Es cierto que los de Aíto han ganado en Tel-Aviv y que en casa han destrozado al propio Maccabi y al Olimpiakos. Pero ahora, cuando se acerca el momento de demostrar lo que uno vale, el Unicaja da la sensación de que ya lo ha dado todo.

Ayer en el Carpena se demostró que Cook está mejor que Cabezas, que Kelati aún no demuestra su calidad en los momentos verdaderamente importantes, que Archibald pasa una mala racha y que el conjunto depende mucho de Haislip y… sobre todo de los triples. Los tiros desde más allá de los 6,25 (9 al descanso, 10 al final del partido) mantuvieron a los malacitanos de pie. Hasta el último cuarto, cuando el Panathinaikos le exigió más, le pidió que diera el resto, que demostrara su valía.

Pero los de Aíto dijeron que con el segundo puesto les vale. Quizá estén en Berlín. Pero todo parece indicar que antes habrá que pasar por Moscú a robarle el cetro al campeón. Es lo que pasa cuando haces una fase previa espectacular: en el camino se te cruzan dos gigantes. Maldito castigo.


A. Alvarez Rodrigo

domingo, 1 de febrero de 2009

Las lágrimas de Federer

Nadal ganó el Abierto de Australia. Se convierte así en el primer español en conseguirlo. Ha hecho historia, ahora más que antes, porque en Melbourne no había triunfado ningún otro compatriota. Ha pisado donde nadie antes lo había hecho. Ha subido más alto que ningún otro deportista español. Este triunfo sólo puede situarse a la altura del Mundial de F-1 de Fernando Alonso. Nadal y Alonso son distintos que el resto, porque compiten en deportes individuales.

Sin embargo, el momento más importante, el que pasará a la historia será la imagen de Roger Federer, quizá el mejor tenista de todos los tiempos, derramando lágrimas de impotencia, de sufrimiento, de reconocimiento. Esas lágrimas admiten que Rafael Nadal es mejor, ahora mismo, que él. Es la ceremonia de abdicación del Rey Federer, que le cede la corona a su amigo español. Nadal está impidiendo que el suizo sea más grande aún.

Primero fue la tierra de Roland Garros, luego, con mucho más esfuerzo, la hierba de Wimbledon y ahora la pista dura de Australia. Lugares donde el suizo imponía su técnica y su sobrada calidad sobre los demás tenistas. En la carrera del mallorquín quedan mucho retos, pero sobre todo a partir de ahora, el de romper el inmaculado expediente de Federer en el US Open, donde ha ganado en las cinco últimos años.

Pero volvamos a las lágrimas . Nunca Federer se había vuelto tan vulnerable en público. Puede ser que en privado se mostrara tan triste, pero incluso en Londres, cuando el pasado mes de julio perdió la chaqueta blanca, su bien más preciado, mantuvo la entereza, quizá porque veía que aún era más fuerte que Nadal. Esas lágrimas conmovieron la ceremonia, por algunos instantes hasta Rafa estaba triste. Incluso le llegó a pedir perdón. Es la humildad de un ganador. Esa humildad que tanto ha demostrado Federer.

Es el sexto Gran Slam de Nadal. Sólo tiene 22 años, un mundo por delante, una historia aún por escribir.


A. Alvarez Rodrigo

Foto: El Mundo