El objetivo

El equipo ganador es el que se levanta el primero después de una derrota

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Ley del silencio

Noelle Neumann era una politóloga alemana que desarrolló la Espiral del Silencio, una teoría según la cual la minoría, consciente de su condición en el ambiente donde se encuentre, no expresa su opinión en público por miedo a quedarse aislada, excluida de la sociedad. Es algo que alguna vez nos ha pasado a todos. No decir lo que pensamos por miedo a sentirnos raritos o estar fuera de la tónica general.

En el País Vasco ocurre algo semejante. Durante muchos años parte de la sociedad vasca no ha podido pronunciarse en público por miedo a represalias. Por ejemplo, a no tratar el tema de organizar un partido de la Selección Española porque el gobierno de turno lo tenía vetado debido a unos estúpidos idearios nacionalistas que mezclan deporte y política como el ajo y el perejil.

La semana pasada el Parlamento vasco ha abierto la posibilidad de que España y La Vuelta regresen a su comunidad, una comunidad que bebe, como el resto, de los presupuestos estatales y que aporta cientos de deportistas a las distintas federaciones. El tema inflamó una hoguera que parecía apagada y silenciada.

Sin embargo, en contra de lo que creían los que antes ahí mandaban, muchos sectores del deporte, al palpar ahora que su pensamiento no es tan minoritario como pensaban, han alzado la voz. El alcalde de Barakaldo, el presidente del Alavés, su homólogo de la Real Sociedad… Y tras ellos, miles y miles de vascos deseosos de ver a la Roja jugar en el campo de su ciudad.

Porque en la Selección juegan vascos, igual que extremeños, gallegos, andaluces, catalanes, canarios… Porque el País Vasco es España, y los vascos tienen el mismo derecho que los madrileños de ver a su equipo nacional.

¿Qué no hay sentimiento español en los vascos? Mentira. Eso son erráticos argumentos de algunos políticos. Además, los datos nunca mienten: las dos provincias que más futbolistas han reportado a la Roja son Vizcaya y Guipúzcoa. Ahora, que el silencio invada a los otros, a los que han amordazado el tema durante tanto tiempo.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Una de superhéroes

Hay superhéroes de muchos tipos. Está Superman, Spiderman o Batman. Luego hay otro tipo de superhéroes más desconocidos. Al principio se les toma a risa, pero que con el paso del tiempo y de las ediciones, se van colando en el corazoncito de cada uno. Como Superlópez, por ejemplo.

Empezó allá por los años 70 como una parodia de Superman. Juan López Fernández no tiene parangón con el personaje americano: narigudo, tirillas y más bien feúcho con un bigote fuera de época. Lejos del escultural Clark Kent, que porta con estilo su traje azul con su capa roja.

Algo parecido se pude decir de Usain Bolt y José Luis Posado. ¿Quién? Al veloz, excéntrico, genial, bello, divertido y rompedor velocista jamaicano creo que no hace falta presentarlo. Ya aparece él, y con su sonrisa y su característico gesto nos embelesa a todos. Después, eso sí, de haber roto alguna barrera de velocidad.

Posado, por su parte, es un cincuentón zamorano que empezó a correr grandes distancias después de que su médico le dijese que tenía el nivel de azúcar alto. Tan en serio se lo tomó, que se ha convertido en un loco del atletismo de fondo. La última, el pasado fin de semana. Se fue de Zamora al Angliru, así porque sí. 260 kilómetros en 36 horas.

La cuestión es creer que no existe el no pudo, el no me atrevo o el imposible (ya saben, “Impossible is nothing”). Da igual Superman que Superlópez, no hace falta ser guapo, lo importante es saber que no existen los límites.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Cuestión de 'feeling'

Aprovecho el artículo que he ‘posteado’ (creo que acabo de inventarme un verbo) aquí abajo para hablar del feeling que me recorre el cuerpo. Se trata de algo muy distinto. No va de dioses, mitos o historias que llevaron a lograr mundiales o grandes campeonatos. Es algo más sencillo, cercano y, a la vez, preocupante.

El Zamora C.F. no pasa por su mejor momento de la temporada. En realidad, desde que empezó ha sido una montaña rusa de resultados. Buen inicio, con dos victorias. Un oasis en el desierto, un rayo de luz en un día tormentoso. Los números cantan y los resultados mandan.

Tras trece jornadas, el equipo está a tres puntos de los puestos de descenso, es el tercero con más derrotas del Grupo I de Segunda B y el segundo con más goles en contra. Aunque, es cierto, el Zamora es el segundo con más goles a favor. El primero, ojo al dato, es el siempre mezquino Lemona. Los goles en este grupo no dan prestigio.

Los números son interpretables. Pueden servir para defender posturas contrarias. Manejables. Manipulables. Lo que no se puede adulterar es la interpretación del juego del equipo. No hay sistema, no hay idea, ni sistema consistente. El equipo no transmite nada. Ni juego ofensivo, ni defensivo. Es un conjunto apático y, peor aún, blando, con jugadores mediocres que entorpecen a los que tienen calidad. Que los hay.

Lo dijo Ángel Crego, entrenador del Guijuelo. Este Zamora no sabe a qué juega, pero tiene mimbres. Gente rápida por las bandas, dos o tres tipos con experiencia y, por fin, delanteros que hacen goles. Pero el entrenador no sabe cómo gestionarlo. Esa es la impresión que da. Errores defensivos clamorosos, jornada sí y jornada también, no dicen mucho de un entrenador que antes fue defensa.

Por cierto, tanto que apela el técnico Ricardo Pozo a las estadísticas, ahí van unos datos, tanto que gusta de las comparaciones: la temporada pasada el equipo tenía cuatro puntos más, 11 goles en contra menos y, sí, eso sí, seis menos a favor. Ya ven, los goles a favor no dan puntos en la Segunda B.

El Maradona español

Interesante símil del genial escritor inglés John Carlin publicado en El País.

-"Cuando yo uso una palabra..., quiere decir lo que yo quiero que diga, ni más ni menos".

De Alicia en el país de las maravillas.

El feeling de Pep Guardiola, el entrenador del Barcelona, le susurró que había llegado la hora de traspasar a Samuel Eto'o. Fue por cuestión de feeling, también, que Arsène Wenger vendió a Thierry Henry al Barcelona; que Luis Aragonés descartó a Raúl para la selección española; que, yendo mucho más atrás, el seleccionador inglés Alf Ramsey optó durante el Mundial de 1966 por eliminar de su once preferido a Jimmy Greaves, el mejor goleador de su país en aquel momento.

En todos los casos se generó una gran polémica, complicada aún más por la imposibilidad de refutar con argumentos racionales a los que estaban en contra. Guardiola, habitualmente un tipo de ideas muy claras, fue incapaz de explicar por qué se había quitado de encima al excelente Eto'o. No encontró palabras ni en español ni en catalán para expresarse y tuvo que recurrir a aquello del feeling, una palabra en inglés cuya traducción literal al español sería "sentimiento", pero cuyo significado real es aún más impreciso y etéreo.

El problema es que había entrado en el terreno inescrutable de la intuición. No existen mapas aún para aquellas partes del cerebro que nos avisan -a través de señales eléctricas, se supone- de que no deberíamos fiarnos de determinada persona que acabamos de conocer; de que, si entramos al bosque por ese sendero, vamos a dar con un lobo feroz; de que enamorarnos de ese hombre o esa mujer nos va a traer muchas penas; de que la permanencia del jugador X, por bueno que sea, será nociva para la psicología colectiva del equipo.

La decisión del entrenador se dificulta todavía más cuando el jugador del que se trata se ha convertido para la afición -organismo social que se guía por el más puro feeling, sin que apenas entre en juego la razón- en una vaca sagrada. Tal fue el caso de Henry, la gran figura de un Arsenal triunfador. Pero la intuición de Wenger le convenció de que Henry se había convertido en una losa para el conjunto de los jugadores, de que su abrumadora presencia en el vestuario resultaba asfixiante para los demás, de que impedía su desarrollo colectivo y personal. Lo vendió, y parece que tuvo razón. El Arsenal, es verdad, no ha ganado ningún trofeo desde la salida del francés, pero sí ha ganado en juego. Futbolistas como Cesc y Van Persie han vivido una especie de liberación cuyo fruto se está viendo, más que nunca, esta temporada.

El caso de Greaves, el crack indiscutido del fútbol inglés en la primera mitad de los años sesenta, fue más contundente. Ramsey lo reemplazó con el menos sonado Geoff Hurst e Inglaterra ganó la Copa del Mundo con tres goles de Hurst en la final contra Alemania.

Ninguno de estos casos ingleses, sin embargo, es comparable al de Raúl, vaca sagrada no sólo para la afición, sino también para los medios deportivos españoles. Este fenómeno no se da en los medios ingleses, más irreverentes que los españoles, del mismo modo que la sociedad inglesa es más irreverente que la española. La decisión de Luis de apartarlo de la selección fue valiente, pero, como se ha visto, acertada. No es que Raúl sea mala persona ni mal jugador, pero Luis intuyó que la química del equipo -química: otra palabra difícil de explicar en este contexto- mejoraría con su ausencia. Del Bosque, pese al clamor de ciertos sectores para que lo reincorpore, comparte el feeling de que su presencia no ayudaría a que España repitiese en el Mundial de 2010 lo que logró en la Eurocopa de 2008.

Mucho más difícil que Luis, incluso, lo tendría Manuel Pellegrini, el actual entrenador del Madrid, si se le llegase a ocurrir que la losa psicológica que inhibe a su equipo es el capitán. A Wenger le habría costado mucho más descartar a Henry si no hubiese ocupado el banquillo durante una década. Pellegrini no sólo tendría el problema de que lleva apenas seis meses en el Madrid, sino también el de que la casi totalidad de la prensa capitalina y de más allá ha convertido a Raúl en una especie de Maradona español. Es decir, en un dios. Y a un dios no hay feeling que le venza.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Amarillismo y amarillo

We called them yellow, because they are yellow”. Esta frase fue acuñada por la prensa seria de Estados Unidos de finales del siglo XIX para denominar al tipo de prensa que practicaban dos de los mayores magnates de la historia del periodismo: Joseph Pulitzer y Willam Randolph Hearst. Ambos fueron artífices del nacimiento de la prensa amarillista, sensacionalista, al fin y al cabo (yellow, traducido al español es amarillo, pero también cruel, cobarde). Entiéndase ahora el sentido de la frase.

Quizá, en sus orígenes, los directivos del Alcorcón eligieron el amarillo como color de la indumentaria porque pretendían darle un sentido despiadado, para acobardar al rival. O quizá no, y simplemente es que no había otro color en la tienda. El caso es que jamás un equipo se hizo tan famoso en tan poco tiempo. Han provocado un auténtico escándalo. Su amarillo ha sido portada en todos los diarios y telediarios.

Informativos como los de Cuatro. También, para que negarlo, amarillos. Pero no por el color corporativo, que es rojo, sino por el manejo de sus espacios, sobre todo el deportivo. La entrevista a Florentino Pérez del martes rompe los cánones del periodismo. Se acerca más a un atraco navaja en mano en un angosto callejón oscuro de Nueva York, donde la víctima no tiene derecho a réplica, y observa, perpleja, como le roban.

Dos periodistas con experiencia, rodados en mil y una batallas no pueden caer en un trabajo tan barriobajero. Hasta el momento, los deportes de Cuatro rozaban el amarillismo con un sentido satírico, pero sin acabar de entrar en esa zona. Ahora ya han subvertido. Si quieren un Ondas como el de Jorge Javier Vázquez, van por buen camino. Aunque dudo que esa sea la intención. Eso sí, Pulitzer y Hearst estarán orgullosos.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Astiazarán, protector de los forasteros

El nombre es ya de por sí glamuroso. Ley Beckham. Vaya nombrecito para una norma que pretendía, en su origen, atraer y retener a científicos, directivos y profesionales extranjeros a nuestro país. Vamos, no digo que el futbolista inglés no sepa de física, química o economía, pero ya el nombre nos da una idea de por dónde van los tiros.

Resulta que la dichosa ley permitía a España, bueno, a la Liga, tener una mínima presión fiscal en comparación con otros torneos europeos. Un 24% en concepto de IRPF se lleva Hacienda de los futbolistas-millonarios que ganan más de 600.000 euros al año. Estoy seguro de que ni Messi, ni Kaká, ni Cristiano, ni Ibra lo sabían. Ellos ingresan entre nueve y 13 millones, y lo demás es un cuento.

Porque claro, esta ley sólo beneficia a los extranjeros. Raúl, Xavi, Iniesta o Antoñito tienen una retención del 43%. Por ellos la Liga de Fútbol Profesional no monta un escándalo ni una huelga como la que propone José Luis Astiazarán. Vaya artista el presidente de la LFP. El Gobierno subiendo impuestos a todos los españoles y porque a los multimillonarios de los futbolistas les quiten dos millones más al año (que por cierto, no es que trabajen de sol a sol) hay que parar las máquinas. Ni que fuera una cleptomanía.

Según Astiazarán los crack mundiales dejarán de venir a la Liga y, al final, no habrá negocio. Pobre iluso. ¿Acaso no conoce los paraísos fiscales? Los futbolistas no lo sé, pero estoy seguro de que sus agentes, la mayoría crápulas sin entrañas que sólo piensan en el dinero, sí. Cogen su cuenta, la pasan, por ejemplo, a Andorra y punto. Ya se sabe, hecha la ley, hecha la trampa.

Más vale que Astiazarán se dedique a resolver conflictos más importantes como la guerra del fútbol, la cual no supo atajar, y se deje de proteger a los deportistas extranjeros, que ya tienen guardaespaldas que les protejan.