Noelle Neumann era una politóloga alemana que desarrolló la Espiral del Silencio, una teoría según la cual la minoría, consciente de su condición en el ambiente donde se encuentre, no expresa su opinión en público por miedo a quedarse aislada, excluida de la sociedad. Es algo que alguna vez nos ha pasado a todos. No decir lo que pensamos por miedo a sentirnos raritos o estar fuera de la tónica general.
En el País Vasco ocurre algo semejante. Durante muchos años parte de la sociedad vasca no ha podido pronunciarse en público por miedo a represalias. Por ejemplo, a no tratar el tema de organizar un partido de la Selección Española porque el gobierno de turno lo tenía vetado debido a unos estúpidos idearios nacionalistas que mezclan deporte y política como el ajo y el perejil.
La semana pasada el Parlamento vasco ha abierto la posibilidad de que España y La Vuelta regresen a su comunidad, una comunidad que bebe, como el resto, de los presupuestos estatales y que aporta cientos de deportistas a las distintas federaciones. El tema inflamó una hoguera que parecía apagada y silenciada.
Sin embargo, en contra de lo que creían los que antes ahí mandaban, muchos sectores del deporte, al palpar ahora que su pensamiento no es tan minoritario como pensaban, han alzado la voz. El alcalde de Barakaldo, el presidente del Alavés, su homólogo de la Real Sociedad… Y tras ellos, miles y miles de vascos deseosos de ver a la Roja jugar en el campo de su ciudad.
Porque en la Selección juegan vascos, igual que extremeños, gallegos, andaluces, catalanes, canarios… Porque el País Vasco es España, y los vascos tienen el mismo derecho que los madrileños de ver a su equipo nacional.
¿Qué no hay sentimiento español en los vascos? Mentira. Eso son erráticos argumentos de algunos políticos. Además, los datos nunca mienten: las dos provincias que más futbolistas han reportado a la Roja son Vizcaya y Guipúzcoa. Ahora, que el silencio invada a los otros, a los que han amordazado el tema durante tanto tiempo.
En el País Vasco ocurre algo semejante. Durante muchos años parte de la sociedad vasca no ha podido pronunciarse en público por miedo a represalias. Por ejemplo, a no tratar el tema de organizar un partido de la Selección Española porque el gobierno de turno lo tenía vetado debido a unos estúpidos idearios nacionalistas que mezclan deporte y política como el ajo y el perejil.
La semana pasada el Parlamento vasco ha abierto la posibilidad de que España y La Vuelta regresen a su comunidad, una comunidad que bebe, como el resto, de los presupuestos estatales y que aporta cientos de deportistas a las distintas federaciones. El tema inflamó una hoguera que parecía apagada y silenciada.
Sin embargo, en contra de lo que creían los que antes ahí mandaban, muchos sectores del deporte, al palpar ahora que su pensamiento no es tan minoritario como pensaban, han alzado la voz. El alcalde de Barakaldo, el presidente del Alavés, su homólogo de la Real Sociedad… Y tras ellos, miles y miles de vascos deseosos de ver a la Roja jugar en el campo de su ciudad.
Porque en la Selección juegan vascos, igual que extremeños, gallegos, andaluces, catalanes, canarios… Porque el País Vasco es España, y los vascos tienen el mismo derecho que los madrileños de ver a su equipo nacional.
¿Qué no hay sentimiento español en los vascos? Mentira. Eso son erráticos argumentos de algunos políticos. Además, los datos nunca mienten: las dos provincias que más futbolistas han reportado a la Roja son Vizcaya y Guipúzcoa. Ahora, que el silencio invada a los otros, a los que han amordazado el tema durante tanto tiempo.