Lo encomiable de la decisión de la directiva castellonense es que protege a lo más valioso que puede tener un equipo: la afición. Ni Cazorla, ni Pellegrini, ni Pires, los fieles seguidores del submarino son el verdadero sustento y la verdadera causa del crecimiento del Villarreal. A veces a muchos directivos se les olvida que lo que siempre permanece con el paso de los años es la afición. Roig lo sabe y por eso los mima.
Los futbolistas, los patrocinadores y la gente del club van a crear un fondo común para que ninguno de los forofos que les animan en El Madrigal de manera religiosa se quede sin pisar la grada la próxima campaña. Nadie se ha quejado porque en Villarreal todos reman en la misma dirección y asumen la filosofía de humildad que ha implantado Roig y José Manuel Llaneza.
Del otro lado de la moneda, nunca mejor dicho, están directivas como la que encabeza Alfonso García, presidente de la Unión Deportiva Almería. En su aspiración por crecer más rápido de lo posible, en Almería han puesto unos precios abusivos desde el inicio de la temporada. Pretendían repetir el éxito del año pasado a costa, incluso, de la afición. Los abonos rondan entre los 400 y los 1.800 euros y las entradas entre los 95 y 45 en partidos no especiales.
Precios inasumibles para una provincia poco prolífica e incrustada en una de las Comunidades Autónomas con más paro de España. El resultado ahí está: el Mediterráneo con medio aforo jornada tras jornada. Sólo se llenó cuando García se bajó de las nubes y el Almería necesitaba vencer al Valladolid. Por cierto, ese partido lo ganó el equipo almeriense, después de remontar un 0-2 en la segunda parte y en inferioridad. Bueno inferioridad en el césped, pero superioridad en la grada. La afición también juega. Y Roig lo sabe.
A. Alvarez Rodrigo
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