La posible incorporación de Cristiano Ronaldo al Real Madrid puede ser un auténtico error. El club no necesita a un engreido y chulo que crea enemigos a mayor ritmo que admiradores. John Carlin, articulista de El País , así lo ve y refleja de manera maravillosa en su artítuculo dominical en la sección de deportes (22 de marzo).
John Carlin
- "Una vez le pregunté a un amigo italiano por qué veía tanto fútbol inglés y me contestó: 'Porque no paran durante los 90 minutos". Bobby Charlton, ex jugador del Manchester United e Inglaterra.
Ramón Calderón emergió esta semana de la tumba que él mismo se cavó para contarnos en la cadena SER que Cristiano Ronaldo ficharía por el Real Madrid en verano. El propósito del ex presidente del club fue dejar claro que su némesis y probable sucesor, Florentino Pérez, no debería recibir las gracias en el caso de que el portugués abandone el Manchester United por el Madrid. Porque fue él, Calderón, quien le ató.
Lo patético del caso es que, una vez más, Florentino, sin mover un dedo, le ha ganado la partida. El pobre Calderón nos recuerda a aquel obstinado cazador en los dibujos animados de Bugs Bunny. Una y otra vez, el cazador intenta pillar a Bugs, pegarle un tiro y acabar con él, pero, una y otra vez, de manera infalible, Bugs, frío como una zanahoria, se sale con la suya. El cazador vuelve y vuelve a intentarlo, no se rinde nunca, pero el tiro siempre le sale por la culata.
Con sus declaraciones sobre Cristiano, Calderón ha hecho dos favores a Pérez. Primero, si el jugador ficha por el Madrid, es posible que no dé el resultado esperado y, en ese caso, Pérez tendrá una coartada. No fui yo. Esto se consumó en un acuerdo previo a mi llegada. Pero, segundo y más importante (y más en serio), Calderón ha dado a Pérez, sin querer, una sana advertencia. Le habrá hecho reflexionar sobre la viabilidad de fichar al balón de oro portugués. Porque, como Calderón demostró durante sus dos años y medio en la presidencia, un fichaje suyo era una garantía de despilfarro. Donde ponía el ojo, fallaba, con pocas excepciones, el tiro.
Reflexionemos un poco sobre Cristiano, que se supone que costaría unas tres veces lo que costó Fernando Torres al Liverpool. Una de las lecciones que Florentino puede haber extraído de su época galáctica es que hay que fichar jugadores que poseen una fuerte personalidad competitiva, además de un gran talento. En este terreno, con Cristiano, afloran las dudas.
Mete goles por un tubo contra los Bolton Wanderers, los Fulham, los Middlesbrough..., pero su trayectoria en los partidos de máxima presión, contra rivales de envergadura, no es buena. Para elegir algunos ejemplos entre muchos, hizo poco en la final de la Champions contra el Chelsea la temporada pasada y, encima, falló un penalti. Hizo menos todavía para la selección portuguesa durante la Eurocopa que ganó España con un gol de Torres en la final. Y, en el partidazo de la temporada en la Premier League, la derrota del Manchester contra el Liverpool por 1-4 hace dos sábados, metió un penalti, pero, por lo demás, no se le vio. A diferencia de Torres, que en aquel partido, al igual que en la humillación del Madrid cuatro días antes, fue un torbellino.
Tampoco hay que simplificar. Cristiano anotó 42 goles la temporada pasada. Tiene un disparo formidable, un regate potente y va muy bien de cabeza. Se mereció su balón de oro, el primero que gana un jugador del Manchester desde los tiempos de George Best. Pero la diferencia con los que serán dos de los grandes candidatos para el premio este año, Torres y Messi, es que el portugués da la impresión muchas veces de no jugar para el equipo, sino para sí mismo. Tanto Torres como Messi, en cambio, juegan como si estuvieran dispuestos a morir por la causa. Por eso Torres es más querido por los fans de Anfield y Messi por los del Camp Nou que Cristiano por los de Old Trafford. Torres se desvive por la camiseta y Messi posee incluso más habilidad natural que Cristiano, pero siempre da el ciento por ciento y nunca pasa inadvertido.
Cristiano será un buen chaval en privado, ¿quién sabe? Pero en el campo tiene toda la pinta de ser un tonto engreído. Calderón vio en él mucho que le gustó, quizá porque en parte le recordó a sí mismo. Pero no está del todo claro que el portugués sea lo que necesita el Madrid para la gesta que se le exigirá la temporada que viene.
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