Hace poco más de un mes escribía en esta misma columna (o espacio cibernético, como quieran llamarlo) sobre el papel de la Selección Española en el amistoso ante Méjico. Culpaba entonces a Ángel María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol, de mancillar la reciente coronación mundial de La Roja debido a su afán recaudatorio con un partido fuera de lugar.
Tras este tiempo la situación se ha agravado, pero no es cuestión sólo del presidente. España ha encajado un doloroso global de 8-1 en dos amistosos ante Argentina y Portugal. No hay escusas: ni los viajes, ni el Clásico, ni las lesiones, ni las rotaciones… El Campeón del Mundo no puede nunca, y digo nunca, encajar semejantes goleadas apenas cuatros meses después de haber alzado el trofeo.
Toque de atención, pues, a Vicente del Bosque y a los jugadores. Ahora portan una camiseta que tiene, si cabe, aún más valor, prestigio e historia y hay que hacer honor a ello. Una derrota, dos derrotas o hasta diez derrotas son asumibles y perdonables, pero no la imagen que ha reflejado España por el mundo en estos últimos meses.
Sé que eran dos amistoso, pero ahora debemos comprender que para La Roja ya no hay amistosos, un eufemismo evidente, pues nuestros rivales quieren, van y hacen todo los posible para ganarnos, no piensan en pasar el rato con el Campeón Mundial. Esta Selección ganó el Mundial, y tiene la obligación de pasear con orgullo y dignidad la estrella que corona el escudo. No valen las escusas y no cabe otra derrota tan vergonzosa.
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