La última Vuelta a España nos levantó el ánimo con la esperanza de haber superado una gran depresión. Ilusión por un futuro inmaculado, sin rastro del dopaje, con el sueño de un mundo mejor con tres jóvenes promesas como Contador, Schleck y Nibali.
Un castillo que se ha vuelto a derrumbar con el posible positivo de Mosquera, pero sobre todo, con la filtración y suspensión cautelar de Contador. De nuevo las sospechas, los chismorreos, el `si ya lo sabía yo´… Otra vez la mancha.
Una mancha que ahora se ve más, pero que siempre ha estado. Porque el dopaje en el ciclismo ha existido desde siempre, lo que antes no había análisis. No puedo dudar de Contador, porque presunción de inocencia merecen todos. Pero su historia… un filete, sólo lo prueban los españoles, no saben exactamente dónde lo compraron…
Aunque, por otra parte, las declaraciones de Pat MacQuaid, presidente de la Unión Ciclista Internacional, me dan que pensar: “España tiene un problema”. ¿No estará la UCI buscando una cabeza de turco que servir? Porque, según dicen, la sustancia que le han detectado al de Pinto, en semejante cantidad, no era suficiente para rendir mejor. Y la verdad, no es que Contador venciese en el Tour de manera holgada.
Lamentablemente en esto se ha convertido el ciclismo, en un juego de espías, de científicos, médicos, traiciones, mentiras, inocentes, culpables… en todo menos en un deporte en el que creer.
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