No es plan de hacer trizas un mes después de la Selección Española, reciente campeona del Mundo, pero la estrella que porta ahora La Roja en su camiseta no se merecía un estreno como este. Es una tontería, pero menos mal que Silva lo ha decorado un poco. La culpa, evidentemente, no es de los jugadores, sino de un organismo que hace tiempo que está en otro planeta, en el de Villar, lejos de la realidad.
El presidente de la Federación Española de Fútbol con su actitud mentecata y avariciosa ha provocado que España no haya podido mostrar dignidad en un estadio monumental como el Azteca. Pero ya relacionado con ello, también es de asno no rectificar y simplificar la soporífera Supercopa de España a un solo encuentro en una ciudad neutral, como ocurre en Inglaterra. Amén del manido tema de la segundona Copa del Rey.
El partido de ayer ante Méjico ha sido como un letargo del Mundial de Sudáfrica, con unos jugadores fallones y agotados, con una narración televisiva que deja mucho que desear. No sé si era por la lejanía, pero Juan Carlos Rivero transmitía una apatía y desdén que rallaba la exasperación, sobre todo, cada dos por tres cuando repetía la programación de La Primera. Fuera de lugar, como el partido.
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