Artículo de Alfredo Relaño publicado el martes 13 de abril en el Diario As.
Cuando estaba echando cuentas para convertir el club en sociedad anónima, Gil decidió, recortando de aquí y de allá, liquidar la cantera. Le costaba como medio millón de euros al año, que pensó que eran un dispendio. Así que disolvió aquello, docenas de chicos se quedaron en la calle y varios ficharon por el Madrid. Uno de esos era Raúl. Años después, el club, consciente del error, rehízo la cantera. Entonces salió Torres, que tras cinco años metiendo goles y haciendo afición se fue al Liverpool y dejó en caja 40 millones de euros, el coste de la cantera en varias decenas de años. Y todavía es el eje sentimental de la afición atlética.
La cantera es la mejor inversión posible. No se hace de un día para otro, aunque sí se puede destruir de un plumazo. Pero si se hace con tiempo y mimo no hay nada que compense más, ni económicamente (aunque extraviados tiburones del negocio defiendan lo contrario) ni sentimentalmente. Un equipo cargado de cantera parte de una superioridad moral sobre el adversario, se identifica mejor con su afición, se agrupa con más facilidad en los malos ratos, tiene más sentido. Al Barça de hoy hay que agradecerle muchas cosas, pero sobre todo esa: que esté represtigiando la utilidad de trabajar bien la cantera.
¿Cuánto le hubiera costado reunir en un mismo equipo a los Xavi, Messi, Iniesta, Víctor y demás...? Pues eso le ha salido gratis. Y algún repescado, como Piqué, se ha sentido al regreso como en su casa. Todos estos palos de ciego que da el Madrid desde hace años tienen que ver con el descuido de esa parcela. El Madrid de los ye-yés, de los voluntariosos 'garcías', finalistas de Europa, de 'La Quinta del Buitre', de Raúl, Guti y Casillas (los últimos grandes) es hoy un club sólo comprador. Es verdad que sacar una gran generación es algo cuestión de suerte. Y la suerte existe, sí. Pero hay que salir a buscarla de madrugada con un azadón.
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