La cuerda que une al presidente de la Federación Española de Baloncesto (FEB), José Luís Sáez, y al seleccionador nacional, José Vicente Hernández, se ha tensado hasta tal punto que se puede deshilachar en cualquier momento con el riesgo de herir a todo aquel que esté próximo. La relación entre presidente y técnico no es un ejemplo de amistad y concordia, ahora que, por fin, un combinado nacional es favorito real en las competiciones internacionales.
Con el conflicto entre tenistas españoles y su presidente, Pedro Muñoz, aún por solucionar, el lunes saltó la alarma, de nuevo, en la FEB. A principios de mayo, Pepu Hernández comunicó su decisión de no continuar al frente de la selección más allá de los Juegos Olímpicos de Pekín. Motivo entendibles y razonable pese a ser una lástima, porque Pepu es uno de los mayores culpables del oro en el Mundial de hace dos años. Sin embargo, en el deporte, como en la vida, todo tiene un inicio y un final. Y Pepu decidió poner su punto final con la selección.
Pero las formas no convencieron al presidente, quien había sido informado minutos antes que la prensa. Sáez amagó con destituirlo, fruto de la frustración y desconfianza. En realidad, Sáez sospecha que el seleccionador haya firmado con otro club, cuestión que está prohibida en su contrato con la FEB. A todo esto, Pepu niega en rotundo que haya suscrito nada, ni a bolígrafo ni con palabras, con ningún equipo.
Una falsa paz pareció apagar el fuego. Sin embargo, las llamas se han reavivado. El lunes Pepu no acudió a una reunión en Madrid porque se encontraba en Sevilla. La gota que colmó el vaso. Sáez realizó una ronda de prensa, radio por radio, para anunciar que quizá él ponga el punto final mucho antes de lo esperado. La confianza del jefe es nula. El empleado no tiene crédito y sus actos son juzgados con lupa, hasta tal punto que si Pepu continúa va a tener que aguantar un juicio constante desde la sombra.
Sáez ha errado. En lugar de apaciguar los ánimos y apartar sus rencillas personales, ha optado por vengar su antipatía hacia el míster con la única arma que puede utilizar: la destitución. No es consciente de que queda poco menos de dos semanas para dar la lista de convocados para los JJ. OO. Es cierto que la elección parece clara. Pero fichar a estas alturas a un nuevo entrenador (sea Aíto García Reneses o el mismísimo Ferrándiz) es una locura. El equipo está hecho, conjuntado y listo para actuar. Tiene unos hábitos, sistemas de juego y costumbres desde hace dos años. Cambiar todo por un odio personal es poner en peligro una medalla olímpica, porque la selección campeona del Mundial y subcampeona de Europa es de Pepu y no de Sáez.
A. Alvarez Rodrigo
Foto: Sport