Esta es la Liga de Messi y Cristiano Ronaldo, de Xavi y Kaká, de Iniesta y Xabi Alonso, de Higuaín y Luis Fabiano, de Ibrahimovic y Benzema, de Casillas y Víctor Valdés, de Villa y Llorente, de Navas y Silva, del mejor Barça de la historia, del mejor Madrid de los últimos años, de brillantes jóvenes como Canales y Muniaín, de una selección maravillosa, de todo aquello que debería hacer felices a los aficionados y a los periodistas. Por desgracia, esta magnífica realidad queda sepultada por una visión belicosa y grosera. Sólo importa el ruido mediático y los desagradables personajes que genera. En nombre de aburridas y nunca demostradas teorías conspirativas nos dicen que abandonemos nuestro juguete, que no disfrutemos de este privilegiado momento, que desconfiemos de todo, que nos olvidemos del fútbol por falsario, que evitemos la diversión y elijamos una trinchera en las truculentas guerras que se desatan cada día en la prensa. Teníamos noticia de la degradación en otros ámbitos: basta echar un vistazo al miserable espectáculo de lo que un día se conoció como prensa del corazón y que ahora sólo es el reino de la bajeza. Definitivamente, este perverso modelo se ha impuesto en casi todas las instancias del periodismo. Se conceden premios prestigiosos a los difusores de la basura, se busca el agravio y el daño, se animan mediocres y violentas polémicas, se alimentan los instintos más bajos y los personajes más ridículos, se desacredita todo y nada se salva. Tampoco el fútbol. Una pena.
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