No obstante de cada temporada sorprende un equipo, un jugador o un partido. En esta ocasión me quedo con el modesto Anorthosis. El primer conjunto chipriota en participar en la máxima competición del fútbol europeo, lejos de pasar inadvertido y con más pena que gloria (como el Basilea), habla muy bien del entusiasmo de una afición que siempre ha vivido en el exilio. El club es oriundo de Famagusta, una de las zonas invadidas por los turcos en 1974. Desde entonces juega en Lárcana. Los otomanos obligaron a los chipriotas a abandonar el lugar con lo justo. Pero el Anorthosis entró en la maleta y es lo único que le queda a su gente. El vago recuerdo de la tierra arrebatada.
Su caminar en esta edición de la Champions League comenzó pronto. Al ser un conjunto humilde inició la previa en las primeras rondas. La última puerta fue el Olimpiacos, donde Ernesto Valverde comenzaba una exótica andadura. El partido de ida fue espectacular: 3-0. El mero hecho de entrar en el bombo de la fase de grupos fue ya un éxito. Sin embargo, al equipo donde juegan dos ilustres como Dellas y Savio aún le quedaba guerra por dar. Empate en Bremen; victoria en casa ante el Panathinakos, derrota en Milán ante el Inter y posterior empate a tres en casa ante los de Mourinho con dos remontadas incluidas.
Anoche el Anorthosis iba ganando 2-0 al Werder en casa en el minuto 70. La clasificación estaba a mano. Sin embargo, la emoción del momento se apagó en el minuto 86, cuando Almeida estableció el empate. El estadio se quedó mudo y saboreó las mieles de una dulce “derrota”. Ninguno se abría imaginado llegar a la última jornada con opciones. Pero todavía dependen de sí mismos. Ganar en Atenas les da el pase para estar entre los dieciséis mejores del Continente. Sería el sueño que nunca imaginaron, pero que todo club humilde merece.
A. Alvarez Rodrigo
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