
Sin extremos, el Madrid se embota por el centro. Contra el Atlético le puede servir, porque el rival se presta a un intercambio de golpes que no sabe medir y que acaba perdiendo a favor de un conjunto blanco al que le van más las idas y venidas que sólo las idas. Eso le ocurrió en el Comunale. La Juventus, con el 1-0 en el minuto cinco, sólo le permitió ir. El equipo de Ranieri, aún con bajas, es un poco ramplón y solo tiene inteligencia en el ex sevillista Poulsen, ausente el martes.
Pero lo dicho. Cuando el Madrid tiene que meterle mano a un equipo que se encierra con cierto orden, no sabe cómo hacerlo. Van der Vaart y Sneijder se consumen en intentonas inútiles por el centro que acaban con disparos lejanos. Eso sí, porque los holandeses, curtidos de nacimiento con un buen disparo, siempre concluyen las jugadas. Pero la solución no es esa. Sin Robinho y con Robben de vez en cuando, el equipo de Schuster no juega por banda. Van Nistelrooy se desgasta en demasía cayendo al puesto de extremo, cuando debería de esperar dentro del área, donde es letal.
El entrenador alemán no lo ve. Aunque me cuesta creerlo por lo evidente del asunto. Pienso que no lo quiere ver, porque sino le tocaría ir a sala de prensa, donde se confiesa sin tapujos cual feligrés en un confesionario, a quejarse de la incompetencia de la directiva para hacer una plantilla equilibrada. Sin alas no se puede volar y la Décima está en el cielo.
A. Alvarez Rodrigo
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